martes, 23 de octubre de 2007

María


Estaba sentada, tenia las rodillas contra su pecho, el sol de la tarde se refejaba en su cara y calentaba ligeramente sus mejillas. Su mirada puesta en el contenedor verde que tenia enfrente, se nublaba por la sensacion agradable de calor. Poco a poco se le cerraban los parpados y sus pensamientos se trasladaban, sin quererlo, a la tarde que la sumió en un profundo mal sueño.

Como cada tarde, despues de terminada la telenovela, se disponia a fregar los platos y recoger la cocina, los niños estaban en el colegio y su marido no tardaria en regresar del trabajo. Se levanto del sofa y en ese momento notó como alguien intentaba sin mucho acierto abrir la puerta de la calle. Sintió un pequeño escalofrío recorrer su espalda, no era la primera vez que venía borracho y sabía, como sin quererlo, que volvería a llorar. Esperó de pie en el comedor y se cruzo de brazos, haciendo grandes esfuerzos para que no se le notara el tembleque de sus rodillas. Por fin se abrió la puerta y al instante se cerro de un fuerte portazo. Estaba asustada. "Otra vez no, por favor", pensó. Se le secó la boca y se le humedecieron los ojos.

-¡María! -Vió a su marido venir tambaleándose por el pasillo- ¡Mira lo que tengo para ti, puta! -Mientras con la mano derecha se apretaba la entrepierna por encima del pantalón.

No dijo nada. Su angustia subía rapidamente desde su estómago a la garganta impidiéndole pronunciar una sola palabra. Dió un par de pasos hacia atrás hasta chocar con la pared, pero él ya estaba a su altura, con los ojos rojos y la cara desencajada por la borrachera. Sintió su aliento cerca de su cara, mientras cerraba los ojos y antes de que pudiera acercarse mas lo empujó con todas sus fuerzas. Sintió como el cuerpo de su marido salía disparado y tropezaba con la mesita de cristal del comedor. Notó un golpe seco y despues nada, silencio, solo silencio. Abrió los ojos y lo vió tendido en el suelo, con los ojos abiertos mirando, sin mirar, la pata del sofa. Se puso de rodillas, se tapó la cara con sus manos y lloró.

Despues, todo pasó como en una pesadilla: la acusación, la custodia de los niños, la enajenación mental, el psiquiatrico, los fármacos, las corrientes electricas....

Algo le golpeó en la pierna y le hizo abrir los ojos. Otro golpe. Se levantó y vio a cuatro chiquillos que le estaban sacando la lengua. Hoy no tenía ganas de hacerles caso, sus ojos estaban húmedos y su cabeza demasiado machacada para enfrentarse a esos mocosos. Abrió la tapa del contenedor de basuras y echó un vistazo: Nada que le interesara. Cogió el carrito y lo empujó calle abajo, a ver si en la estación había más suerte.

Mientras caminaba se oian a lo lejos los gritos de los cuatro chiquillos:

¡María, María, María la Cangreja!

1 comentario:

AMATISTA dijo...

Hola gracias por poner mi blog en favoritos,